Cuida tu piel

El protector solar actúa como un escudo invisible que defiende la piel de los daños que causa la radiación solar. Existen dos mecanismos principales: Filtros físicos o minerales: reflejan los rayos solares como si fueran pequeños espejos. Filtros químicos: absorben la radiación ultravioleta (UVA y UVB) y la transforman en calor inofensivo para la piel. El número de SPF (Factor de Protección Solar) indica cuánto tiempo adicional podés estar expuesto al sol sin quemarte, comparado con no usar nada. Por ejemplo, un SPF 30 filtra aproximadamente el 97% de los rayos UVB. Aplicarlo correctamente y reaplicarlo cada dos horas es fundamental para que funcione como debe.

Desde tiempos antiguos, las civilizaciones entendieron la necesidad de protegerse del sol. En Egipto, por ejemplo, utilizaban extractos de plantas como el arroz o el jazmín para proteger su piel de las quemaduras solares. También en Grecia y Roma, ciertos aceites naturales eran aplicados como barrera ante el sol. El primer protector solar moderno surgió en los años 1930-1940, cuando químicos como Franz Greiter comenzaron a desarrollar fórmulas más científicas, dando origen al concepto de “Factor de Protección Solar” (SPF). Desde entonces, la investigación avanzó hasta ofrecer protectores más seguros, resistentes y eficaces, adaptados a diferentes tipos de piel y necesidades. Hoy, usar protector solar no es solo una cuestión estética: es una verdadera estrategia de salud.